Suenan campanas de cambio que nos adentran en una nueva era en la que lo tradicional y la calidad se convierte en el deseo de hoy
Hasta hace poco, escuchar “tienda de joyería o joyerías” nos llevaba directamente al pasado, ese momento relacionado con nuestras madres y abuelas que entendían este lugar como el único en el que comprar una joya especial y de calidad. Más tarde, llegó el boom online y mientras las tiendas tradicionales parecían quedar anticuadas, la digitalización mostraba su mejor y peor cara a partes iguales. Ahora, el lugar de culto de madres, abuelas, hijos, amigos, novios, millenials y Gen Z son, de nuevo, las joyerías.
Suenan campanas de cambio que nos adentran en una nueva era en la que lo tradicional y la calidad se convierte en el deseo de hoy. Los excesos nunca son buenos y quizás eso es precisamente lo que ha ocurrido: el exceso digital, las tendencias tan efímeras o microtrends, la estética Y2K y lo difícil que es entender a la Gen Z, la poca originalidad a veces o la falta de calidad y valores han hecho que todos queramos un cambio de dirección, llevándonos a los códigos de siempre, a lo que ya conocemos y que ahora apreciamos con deseo.
Entrar en una joyería debería hacernos vivir la misma experiencia que Carrie Bradshaw nos hizo vivir en Sexo en Nueva York, prometiendo como nos sentiríamos la primera vez en una tienda de Manolo Blahnik para comprar unos zapatos atemporales y especiales. Y es que la seguridad, la admiración, el clasicismo y la exclusividad están de vuelta. Y así es como el consumidor está encontrando su seguridad y comodidad, apostando por el valor de la calidad frente a la cantidad, la importancia del diseño y un precio acorde al saber hacer.
Es decir, las piezas atemporales y esenciales, la historia y los valores, la trayectoria y la experiencia, la calidad y el buen hacer y el lujo atemporal son las claves que marcan la pauta de esta nueva era, que se alía con las joyerías convertidas en el lugar al que todos queremos ir, sin diferenciar entre generaciones, gustos o estilos. Esto se traduce en que para que una tienda de joyería se convierta en ese templo, debe cumplir con unos requisitos que ya empiezan a dejarse ver. Además, en esas piezas atemporales y de calidad se revalorizan las joyas de oro y diamantes, que se colocan en la wish-list gracias en parte también a la sostenibilidad y el lujo que promueve compras conscientes.
Mientras ciertas marcas obsesionan a las nuevas generaciones, la joyería sigue en el punto de mira de todos los públicos, convertida en el complemento por excelencia que ni falta, ni falla. Y los pop-up, las flagship, las inauguraciones físicas o la experiencia de compra cara a cara vuelven a ser el plan preferido de los más jóvenes, y de todos. Y las pruebas están ahí.
A finales de enero, Joyería Marcos inauguraba un nuevo espacio en el que el lujo, la innovación y la excelencia eran protagonistas. Esta joyería que abrió las puertas por primera vez en 1942, decidió ampliar su tienda en la calle Larios con la mirada puesta en el futuro y después de haber cumplido 80 años en 2022. (Y es que si en algo destaca el sector joyero es en su larga trayectoria). En la inauguración de la nueva tienda se pudo descubrir nuevas vitrinas, más escaparates, nuevas marcas para sus clientes… un universo de lujo y belleza que describe como es la realidad de hoy de las joyerías, demostrando que ya no son lo que eran y que también son ese lugar en el que vivir experiencias, como en cualquier tienda de moda.
A finales del año pasado, ocurrió lo mismo con Joyería Calvo y una reconexión entre el pasado y el futuro. Esta joyería reabrió su tienda de joyería en el centro de A Coruña, después de una gran reforma y un cambio de concepto. Una nueva imagen que convierte a las joyerías tradicionales en un nuevo espacio que, en caso de Calvo, destaca por un estilo abierto y acogedor y una filosofía en la que el cliente pueda sentir emociones además de conocer las colecciones de marcas, tanto de lujo como más comerciales y responder así a la necesidad de un público más joven, sin dejar de lado el tradicional.
A las tiendas de joyería tradicionales se suman las tiendas propias, que también revolucionan la forma en la que compramos joyas, optando por espacios modernos y enfocados a experiencias y sentimientos.
Lo «viejo» se ha convertido en lo nuevo.