El título de este artículo nos da una idea clara de su contenido. Pero también podríamos mencionar la típica polémica: “el único grabado verdadero es el que se hace a buril”. En cierto modo, esta afirmación es comprensible. Es difícil igualar la destreza de un profesional con años de experiencia y un buril en la mano. Pero no entraremos en debates. Más bien, intentaré mostrar el camino que nos ha llevado hasta el punto actual y hacia dónde nos dirigimos.
El grabado a buril empieza a en que aparece el pantógrafo con punta de diamante. Esto supuso un resultado similar al grabado a mano, pero mucho más accesible para la mayoría de joyeros. Al principio, los pantógrafos manuales tenían limitaciones, pero cubrían gran parte de las necesidades de grabado. La popularidad de estos pantógrafos provocó una evolución impulsada por la demanda de mayor versatilidad, para poder grabar una gama más amplia tanto en joyería como en platería.
De los pantógrafos manuales pasamos a los pantógrafos motorizados, que no solo grababan, sino que también podían fresar. La evolución continuó con la incorporación de la electrónica, lo que supuso un cambio importante: desaparecieron las plantillas y palpadores, sustituidos por archivos informáticos. Fue el final definitivo para los pantógrafos tradicionales.
Durante todo este tiempo, el buril siguió en manos de artesanos expertos. Pero algunos de ellos sucumbieron a la tentación de incorporar un pantógrafo en su taller. Esta historia tuvo lugar entre finales del siglo pasado y principios del actual. El buril sobrevivió al cambio de siglo y los años, sin grandes cambios, sin saber que este nuevo siglo le traería una revolución.
Llegado el cambio de siglo, los pantógrafos evolucionaron gracias a los nuevos softwares. Pero tuvieron que pasar unos quince años más para que llegara un nuevo salto tecnológico: el láser de grabado.
La irrupción de novedades
El rayo láser supuso un antes y un después, dejando atrás a los pantógrafos electrónicos, superándolos en precisión, velocidad y versatilidad… aunque todavía sin conseguir un detalle: el brillo del grabado, tan característico del buril.
En esta etapa, también aparece una gran novedad para nuestro querido buril: el buril neumático. Más rápido, cómodo y fácil de manejar que el buril clásico, permitiendo a muchos joyeros obtener resultados cercanos a los de los grabadores artesanos. Además, el buril evoluciona en forma y tamaño, adaptándose a la mano del joyero, con un sistema de afilado que pasa de la piedra Arkansas al afilado motorizado con diamante.
El joyero pronto descubre que puede unir dos técnicas: el láser y el buril neumático. Puede dibujar y marcar guías con el láser, y después terminar el trabajo a buril, obteniendo un acabado artesanal con gran precisión.
La técnica sigue avanzando rápidamente, y hoy ya ha nacido un híbrido: láser y punta de diamante combinados. Gracias a esta tecnología, las líneas grabadas son brillantes, uniendo todas las ventajas del láser con el acabado perfecto que solo el diamante puede ofrecer.
Este híbrido se llama Opera. Seguramente, en este número podréis ver más información sobre esta novedosa máquina.
