Joaquín Fernández Navas, en tu memoria

Querido amigo, este 4 de enero, a tus 76 años, Dios ha decidido llevarte a su lado. Te reclamó, pienso yo, para que al otro lado sigas haciendo el bien tal como lo hiciste aquí. Con sinceridad y honestidad. Más de 40 años de amistad lloran ahora tu recuerdo.

A Joaquín, Joaquín Fernández Navas, le conozco desde hace más de 40 años… Hoy toca escribir con dolor y añoranza en tu recuerdo, querido amigo. Hicimos viajes profesionales juntos. A Japón, Tailandia, Cuba, Suiza, Alemania, etc., etc. Y una infinidad de más viajes de placer y fiestas. Eras todo un profesional organizando calçotades en casa, en el pueblo natal de tu mujer Estrella. A las que acudíamos compañeros del trabajo, amigos de todas partes y la mayor parte de los vecinos. Solo tenías amigos de verdad, entre los que he tenido el honor de contarme. Y ahora toca recordarte así, en tu memoria.

Un hombre hecho a sí mismo

Te evocamos, con certeza y razón, como un hombre hecho a sí mismo. Nacido en la década de los 40, desde Jatar (Granada), como tantos otros de la época, decide emigrar a Catalunya donde se instala y forma una maravillosa familia con su mujer Estrella, sus hijos José Miguel, Jordi y Estrella.

Con muy poca edad entra a formar parte del Grupo Cadarso, empresa líder en aquella época en la distribución de relojería. Pasando por diversos cargos en la empresa, llega a formar parte del equipo directivo y comercial del grupo.

Apreciado y querido tanto en la empresa como por los clientes y proveedores, hoy he de apelar a definirle sobre todo como AMIGO de sus amigos, amante de la familia como el que más, lleno de sinceridad y honestidad…

Dando fe de quién y cómo era

El destino quiso que los últimos momentos de su vida fueran en el pueblo natal de su mujer Estrella, donde le acogieron como si allí hubiera nacido, Masllorenç. Los que tuvimos el privilegio de conocerle, convivir con él en numerosas viajes tanto profesionales como de ocio, compartir sus ratos de alegría y fiestas (calçotades como él sabía organizar), solo podemos dar fe de quién y cómo era Joaquín.

Lleno de vida, lleno de alegría, lleno de todo lo que el mejor ser humano lleva dentro, ilusión y amor hacia los suyos. Sabemos que no se ha ido, porque hay quien pasa por la vida y quien en esta vida se eterniza para siempre. Este es el Joaquín que conocimos.

Pasó por esta vida y en ella queda su recuerdo para siempre. Es tan grande la huella que deja que es imposible continuar sin su recuerdo. Tal vez en los planes de Dios haya algo que desconocemos y que seguro forma parte de su nueva vida, esa a la que algún día iremos todos. Que desde la otra orilla interceda por nosotros y desde esta recemos por él.

“¿Por qué buscais entre los muertos al que está vivo?» (Lc 24,5)

¿Está o no está?, me pregunta el corazón aterido por el frío del dolor. ¿Está o no está?, me cuestiona la razón ofuscada por la cruda realidad de un silencio aterrador. Está y no está, me respondo en mi interior. Está y no está, aunque digan que murió.

Una etapa de su vida se acabó. Una historia terrenal enmudeció. Otra historia y otra vida comenzó.

Está y no esta, descansando y reviviendo, superadas las barreras del dolor. Está y no está. Se ha ocultado su presencia. Pero vive su misterio más allá. Abrazada por las alas del amor. Está y estará siempre vivo -como esa flor, siempre eterna- en los brazos del buen Dios.