El espíritu rebelde y joven de finales de los años 1960 tuvo como consecuencia una nueva ola de modernidad en la joyería de lujo.
El reloj joya vuelve a encabezar la lista de tendencias de esta temporada, recuperando así una pieza que hace décadas cambió la historia. La casa Chopard incluye esta joya entre sus últimas colecciones y nos acerca a sus inicios.
Chopard, el Artesano de las Emociones desde 1860, es un gran impulsor de la modernidad en dos mundos tan enormemente tradicionales como son el de la joyería y la relojería. Construida sobre los firmes cimientos de un importante legado familiar y una rica tradición relojera, Chopard siempre está dispuesta a dar con valentía los primeros pasos hacia la innovación y el ingenio en cuanto al diseño y la artesanía, tanto en el ámbito de la joyería como en el de la relojería. Como Casa independiente, sólidamente establecida en un perfecto equilibrio entre estas dos pasiones, las joyas y los relojes, Chopard siempre se ha distinguido por su dominio del reloj joya, dispuesta y deseosa de crear unos relojes emocionantes: unas joyas que capten la preciosidad del tiempo.
Fue en 1969, en un momento de revolución social, cultural y artística, una época en la que la joyería pedía a gritos una expresión totalmente nueva, nuevas emociones y una nueva conexión con una clientela más joven y moderna, cuando Chopard presentó una colección de relojes joya sorprendentemente contemporáneos. Las esferas, formadas por minerales, piedras duras como lapislázuli, malaquita, jade u ojo de tigre, que fueron el rasgo más característico de la joyería de finales de los años 60 y los 70, estaban rodeadas de diamantes y colocadas sobre unas pulseras de oro blanco de una textura muy gruesa, otro rasgo distintivo de la joyería de los años 1970.
Los años 1960 y la revolución de la joyería.
El espíritu rebelde y joven de finales de los años 1960 tuvo como consecuencia una nueva ola de modernidad en la joyería de lujo: un movimiento de diseño completamente fresco, dramático y dinámico que se enfrentó a las tradiciones y captó el ambiente de hedonismo de la época, la agitación social de los años 60 y 70, una era de cultura disruptiva, algo muy similar a lo que sucede hoy en día. Una nueva clientela, más joven, que viajaba de manera lujosa, que estaba al día de la moda y el arte y que a menudo trabajaba en el mundo creativo, buscaba unas joyas que fueran opulentas y lujosas, pero a la vez informales, alegres y atrevidas, unas joyas que encajaban con la nueva libertad de un estilo de vida que representaba una ruptura radical con el pasado y con la etiqueta social estricta y rígida de los años 1950. Una ruptura con la tradicional asociación de las joyas con la élite social, unas joyas que fueran un reto para las ideas preconcebidas sobre el lujo, que rompieran todas las reglas. El nuevo estilo moderno de formas libres que surgió entonces, un estilo que se originó principalmente en Londres, el epicentro de la ‘swinging decade’, de la liberación, fue simple y llanamente una revolución. Se caracterizó por el uso de unos materiales inesperados, a veces descuidados y más democráticos, especialmente los cristales sin pulir, las piedras duras y los minerales como el lapislázuli, el ojo de tigre, el ónice y la malaquita y materiales orgánicos como el coral y el marfil, combinados con un oro de textura gruesa, grabado y trabajado para conseguir un aspecto orgánico, como una corteza de árbol o, en la época de los viajes futuristas al espacio, un oro fundido y sin forma, lleno de baches como la superficie de la luna.
El reloj joya floreció en aquel emocionante ambiente de novedad convirtiéndose en una forma de arte por su propio derecho: una joya práctica, transformada en algo fabulosamente lujoso, de acuerdo con el espíritu revolucionario del estilo de la época, pero también convertida en el emblema atrevido, aventurero y audaz de una nueva generación de mujeres trabajadoras en busca de unas joyas que expresaran su individualidad y su libertad.