Quizás no es que el sector de la joyería viva su mejor momento, si no que siempre vive su momento
La tienda tradicional, el mundo digital o las redes sociales; la joyería ha encontrado siempre su lugar para adaptarse a cualquier situación y momento. De las tendencias efímeras a las que duran largas temporadas. En cada situación, la joyería ha dado rienda suelta a su larga vida para demostrar como temporada tras temporada es capaz de perdurar en el tiempo. Claro que este es su principal valor si hablamos de joyería a la vez que lo hacemos de calidad, tradición y saber hacer. Pero en un mundo en el que se lee más veces fast que slow, en el que las tendencias duran menos que un abrir y cerrar de ojos, y que las situaciones sociales cambian demasiado rápido, podría resultar difícil mantener ese valor durante tantos tantos años. Sin embargo, el sector de la joyería siempre lo consigue.
Hemos sido testigos del nacimiento del término fashion jewelry, ese que nace principalmente en el mundo digital y que se caracteriza por aliar tendencias con tradición y donde prima, sin duda, el diseño; hemos visto como la alta joyería rompía con sus reglas establecidas para adaptarse a hitos como el de los piercings; también como ciertas piezas han pasado de la alfombra roja a la calle sin ninguna complicación o como el slow jewelry empieza a ser cada vez más importante y este sector experimenta hacia un modelo más sostenible. Sin olvidarnos de las nuevas generaciones, que impulsadas por todo lo que ocurre a su alrededor, han visto crecer su interés por el mundo de la joyería y la relojería, por lo exclusivo y algunos también por el lujo, e incluso por el deseo de sentirse orgullosos de sus compras por lo que exigen un producto de calidad en el que juegan tanto el diseño como la historia que hay detrás. Sí, la historia y la manera en la que conectamos con nuestra comunidad es ahora mismo tan importante como el producto.
En una de las situaciones más complicadas que hemos vivido en los últimos años, la pandemia, el Zoom Boom se hizo tan viral que no dudó en seguir estando en el podio de las tendencias incluso cuando salir de casa volvía a ser una realidad. Por aquél entonces, la joyería volvió a vivir su mejor momento, convirtiéndose de nuevo en protagonista ya que todo accesorio que entrara en la pantalla era imprescindible como forma de expresas nuestra personalidad desde casa y las piezas con diseños únicos y diferenciadores se convirtieron en objeto deseo. A raíz de esta situación, el streetwear volvió a ser la tendencia por excelencia y los leggins, las sudaderas o los joggers se elevaron a su máxima expresión para completar nuestros looks diarios, en el que piezas más elegantes eran el broche de oro. Es decir, prendas como una blazer y complementos como joyas en formato maxi se convirtieron en clave.
Hace unos días leía un artículo publicado por el medio Highxtar que planteaba si el streetwear ya había pasado de moda afirmando que “tras una década en la que el streetwear ha estado en el corazón de la moda, éste se ve ahora eclipsado por la sastrería y por enfoques de alta costura como pudimos cerciorar en las últimas propuestas para SS23. ¿Ha superado el lujo su obsesión por la ropa de calle?”. Más allá de entrar en debate de si la ropa de calle ha llegado a su fin o no, esto me hacía reflexionar en como siempre recurrimos cada mañana a nuestro joyero para acabar de vestirnos. Y es que en un momento en el que la sastrería y un estilo más elegante, tanto a nivel masculino como femenino, se coloca en el puesto número uno, la joyería sigue estando ahí, también en el número uno, en la lista de los complementos necesarios para elevar un look, para darle un toque más personal, para sorprender.
Y, sirva como reflexión, mientras la sociedad cambia, la forma de consumir también, las tendencias vienen y van, por algún motivo, la joyería siempre permanece. Siempre hay cabida para ella, más allá de un regalo o una ocasión especial, una joya es una autoregalo, es un momento en concreto, es esa pieza que nos representa, esa que necesitamos para completar un estilismo y, al mismo tiempo, las joyas se lucen en el día a día y ocupan el mismo protagonismo que el de una joya en concreto para lucir en una gala o evento especial.
Y es el foco de las tendencias otra de las pruebas que corrobora como la joyería perdura en el tiempo. Esta temporada se han roto todas, o casi todas, las reglas no escritas, se ha terminado con estereotipos y las piezas maxi y las mini conviven, el oro y la plata se mezcla en un mismo look, las joyas sin género cobran cada vez más relevancia e incluso el mundo masculino apuesta por un mercado diferente, más allá de las clásicas piezas etiquetadas como «joyas para hombre». En definitiva, quizás no es que el sector de la joyería viva su mejor momento, si no que siempre vive su momento adaptándose a la situación, investigando diferentes terrenos, evolucionando también en materia diseño… por algo se habla tanto de esa segunda generación en la que conviven las marcas de siempre, las que se reinventan, y las que acaban de llegar con un nuevo mensaje.