Abraham-Louis Breguet solo vendió 35 relojes con tourbillon durante su vida.
Breguet celebra la invención del tourbillon a manos de Abraham-Louis Breguet y nos invita a descubrir sus últimas piezas con tourbillon incorporado, incluido el nuevo modelo Classique Tourbillon Extra-Plat Squelette 5395.
Los orígenes del Tourbillon
El 26 de junio de 1801, o el 7 de Messidor del año IX, ya que en aquella época estaba aún vigente en Francia el calendario de la República, Abraham-Louis Breguet patentó por un periodo de diez años un nuevo tipo de regulador al que llamó «tourbillon».
Abraham-Louis Breguet solo vendió 35 relojes con tourbillon durante su vida. Esta cifra confidencial da una idea de la extrema complejidad de este mecanismo excepcional. Si bien fue patentado en 1801, necesitó nada menos que diez años de pruebas e investigaciones, entre 1795 y 1805, para su desarrollo. En una época en que el reloj se llevaba a lo largo del cuerpo, en posición vertical, el Maestro intentó imaginar una forma de compensar el efecto nefasto de la atracción terrestre sobre el funcionamiento del oscilador y, en consecuencia, sobre la precisión cronométrica del movimiento. Así fue como tuvo la idea de embarcar el par volante-espiral y el escape (áncora y rueda de escape) en una jaula móvil que giraba sobre sí misma. La doble rotación de esta jaula y de sus órganos inspiró a Breguet el nombre de “tourbillon”, en su acepción olvidada de “sistema planetario”.
Incluso aunque los progresos en la fabricación de relojes han permitido mejorar considerablemente la regularidad por medios más clásicos, el tourbillon, patentado en 1801, sigue siendo un gran invento, y un hito legendario en la carrera de Breguet. Además, gracias a sus discretos vínculos con la astronomía y las ciencias sociales, su invención se convirtió en un momento crucial del pensamiento europeo. Desde entonces, la Manufactura Breguet ha considerado un honor rendir homenaje a este invento fabricando relojes cada vez más elegantes.
Los primeros tourbillones
En el verano del año 1801, el tourbillon, que se basa en un principio brillante pero de implementación realmente compleja, estaba lejos de ser operativo. Tras dos modelos experimentales (el reloj n.º 169, entregado como obsequio al hijo del relojero londinense John Arnold en 1809, y el reloj n.º 282, finalizado en 1800 y vendido mucho más tarde por el hijo a Breguet), el primer reloj tourbillon no se comercializó hasta 1805. Al año siguiente, el invento se presentó al público en la Exposición Nacional de Productos Industriales, celebrada en la Esplanade des Invalides de París en septiembre y octubre de 1806. A partir de entonces, el regulador tourbillon, descrito como un mecanismo en virtud del cual los relojes «mantienen la misma precisión, independientemente de su posición vertical o inclinada«, fue una fuente constante de fascinación.
Los mayores entusiastas de la relojería no pudieron resistirse a su atractivo: el famoso patrón y coleccionista italiano Sommariva; el obispo de Cambrai, Monseñor Belmas; la familia Borbón de España, quienes llegaron a adquirir hasta tres relojes tourbillon entre 1808 y 1814; o el príncipe regente de Inglaterra, quien en 1814 adquirió un reloj tourbillon de gran tamaño, montado sobre un cono de bronce dorado. Entre 1805 y 1823, el año de la muerte del maestro, tan solo se vendieron 35 relojes dotados de tourbillon, un mecanismo rodeado de un cierto halo de misterio y reservado solo a los iniciados; no obstante, sus sucesores hasta la fecha han considerado un deber perpetuar su excepcionalidad y realzarla con nuevas características.
Tourbillon automático extraplano: elegancia absoluta
Con su principio ingenioso y su funcionamiento cautivador, este invento nunca ha dejado de inspirar respeto, desde su presentación hasta hoy. En este tiempo, no solo se ha mantenido fiel a su propósito, sino que ha florecido al amparo de las nuevas tecnologías.
El reloj Classique Tourbillon Extra-Plat Automatique 5367 es, en este sentido, emblemático: esta pieza presenta algunos de los elementos estéticos clásicos de Breguet, como la esfera en esmalte Gran Fuego, la vuelta de las horas descentrada con cifras arábigas y las agujas azuladas. Una esfera que evoca el rostro característico de los relojes de bolsillo del Maestro.
Por su parte, la esfera de oro guilloché a mano del Classique Tourbillon Extra-Plat Automatique 5377 juega con audacia sobre la asimetría para crear un conjunto sutil y fascinante.
Ambos modelos albergan uno de los movimientos automáticos con tourbillon más finos del mundo, de solo 3 mm de grosor. Un valor en perfecta armonía con los 41 milímetros de diámetro de la caja de oro rosa o de platino, cuyo grosor no supera los 7 milímetros en la versión con esfera en oro guilloché y 7,45 milímetros en el modelo en esmalte. Esta finura no ha impedido la decoración del movimiento. Los puentes y el barrilete están minuciosamente grabados a mano. Su masa oscilante de platino, situada en la periferia del calibre y que gira en ambos sentidos, también luce una decoración guilloché hecha a mano en los talleres de la Manufactura Breguet.
Ligereza y transparencia del tourbillon esqueletizado
En 2019 Breguet ha elegido para su nuevo Classique Tourbillon Extra-Plat Squelette 5395 esqueletizar el calibre 581, movimiento extraplano de 3 milímetros de grosor. Un logro tanto técnico como artístico que rinde tributo a los oficios artísticos practicados en la Manufactura. La Maison ha retirado, ya sin concesiones, cerca del 50% de material a este calibre de oro de 18 quilates, que juega literalmente con los límites de la física y nos recuerda que en Breguet los relojeros hacen del esqueletizado un verdadero oficio artístico. Para este modelo en particular, la Maison eligió realizar la platina y los puentes del movimiento en una aleación de oro de 18 quilates. A pesar de la complejidad de los procesos de elaboración y ensamblado, el oro ofrece muchas ventajas técnicas: no solo se endurece, y por consiguiente es más resistente para un movimiento esqueletizado, sino que es extremadamente duradero y se adapta perfectamente a un acabado manual. Para alcanzar un resultado fuera de serie, el relojero conjuga el grabado, el guilloché y el achaflanado a mano.