La joyería es un negocio con alma. Lo sentimos en establecimientos como Casa Munoa. Tres generaciones que han escrito la historia donostiarra desde la Belle Epoque hasta el siglo XXI, «cambiando para seguir igual» y que ahora nos cuentan desde la fase 1 tras el paso del coronavirus.
«Aquí estamos, peleando como gato panza arriba». Así nos explica Claudio Munoa su situación en fase 1. Donosti, San Sebastián, se encontraba así el pasado viernes. Y por Casa Munoa, conocida por Joyería Munoa, ubicada en Aldámar 28, en la parte vieja de la capital vasca, la situación estuvo animada toda la semana. Claudio, de 53 años, de oficio joyero sacador de fuego y a su vez presidente de la Asociación de Joyeros, Plateros y Relojeros de Guipuzcoa, es la tercera generación que regenta el negocio.
«Hombre, hay que acostumbrarse a un nuevo ritmo de limpieza, quitar, poner y dejar todo bien desinfectado, lo que supone tiempo…. y luego la tienda, lo que es, ha estado muy animada; teníamos encargos de antes de cerrar con el coronavirus y al volver a abrir ya han venido los clientes a recoger…»
Pero Claudio, al igual que muchos profesionales del sector, no se engaña. El COVID-19 nos ha vuelto a encarar con otra crisis cuando apenas habíamos surfeado la anterior, la del 2008, y en su caso un duro robo en 2018. Es difícil en estas circunstancias entonar Don’t worry be happy. «La verdad es que estoy asustado, porque no veo a las autoridades públicas ni a la sociedad con el ímpetu suficiente para aceptar la realidad que nos rodea. Cuando pienso en la crisis inmensa que nos puede llegar con una deuda pública que no podremos gestionar, se me cae el alma a los pies».
«Además lo lógico es que aflojen las ventas porque el producto de lujo es lo primero que te quitas y lo último que vas a recuperar, y como la crisis está afectando a la clase media y media alta, esto sumido al aumento del coste del materiales hace que que las ventas se retraigan». Munoa defiende que es mentira lo que muchos medios de comunicación han dicho; que las crisis no afectan a la industria del lujo.
¿Y cómo se lo hicieron en Casa Munoa? Por tres generaciones han pasado más de una situación apretada. «En mi caso, con la crisis, yo lo que hice sobre todo fue cambiar para seguir igual. Me explico. La frase no es mía, es de un amigo, un decorador muy bueno, que ya falleció, pero refleja nuestra forma de encarar el negocio. La Casa Munoa tenía un estilo, y lo que hemos hecho es no cambiar completamente, sino seguir con el mismo producto artesano y el mismo aire pero actualizado, para la mujer médico, ingeniera… de hoy en día».
Los Munoa no comercializan relojería, y en el establecimiento regentado por Claudio trabajan tres personas más. Hay taller, salita de espera, hasta una biblioteca. Un espacio coqueto al que se le ha ido lavando la cara desde su apertura en el 58, «antes estábamos en el boulevard». Un espacio para vivir y amar la joyería con el alma que nunca debería haber perdido.
Para seguir siendo igual pero en los tiempos actuales «y sobre todo mantener nuestra identidad, es decir, yo no podría producir género económico. Tenemos una calidad de diseño, mis sortijas son sólidas, macizas y para muchos años, y que no pasen de moda. Yo no estoy pendiente de la ultima moda, no saco colecciones, hago joyería. Es la visión particular que he heredado de mi padre y abuelos…»
Claudio se siente cómodo con sus clientes y sabe lo que buscan de él, de la Casa Munoa. «Mi padre, Rafael Munoa, fue un diseñador fabuloso, le dio a las joyas de la tienda un estilo propio fantástico; yo lo he actualizado. Así no tengo competencia, me mantengo como Munoa y mi producto es altamente competitivo». Un inciso, Rafael, el padre de Claudio, fue un artista polifacético, hasta colaborador en la revista satírica «La Codorniz».
«La joya es un producto de lujo, por ello ha de ser exquisito. Incluso cuando es de fabricación industrial… Fíjese en la de hace 100 años, estaba cuidadísima, en los 60 y 70 igual. A lo mejor hay fallos en el oficio que son culpa nuestra porque no se ha fabricado y ni comercializado lo que se debía…»
Preguntamos finalmente por su abuelo, el primer Munoa que se lanzó a la joyería. Y no lo hizo por casualidad. Os invitamos a rememorar a La Concha como «Playa Real» y el ambiente aristocrático que dio ese lustre a lo «Belle Epoque» que todavía queda latente en San Sebastián y establecimientos como el de la familia Munoa. «Mi abuelo y mi tío abuelo era joyeros, mi amona enfiladora de perlas, y entre los tres montaron la joyería. Antes trabajaban para el suizo Pablo Beiner, proveedor de la Casa real. Mi aitona era el encargado. Beiner hizo una fortuna hasta que el hijo, un bon vivant… arruinó el negocio…». Historias para contar, que la joyería tiene muchas, y que han dado pie incluso a un libro: «Casa Munoa, de la Belle Epoque al siglo XXI».