El pasado 5 de agosto el oro llegó a sus máximos, con 2.063 dólares la onza. En la actualidad, este metal sigue brillando con luz propia.
El oro y la pandemia han estado relacionados desde el primer momento ya que, en un momento en el que todas las previsiones de gobiernos, empresas e inversores han sido trastocadas a nivel global, el oro se ha comportado mejor que cualquier otro activo, siendo capaz de mantener una revalorización positiva. Recordamos cuando al inicio de esta situación, este metal alcanzaba sus niveles más altos en siete años y como, desde entonces, ha estado al alza. Actualmente, el oro sigue siendo un refugio en momentos tan difíciles.
En marzo, el oro subió más de un 1,5%, llegando a tener un valor de 1.600 dólares por onza y, pocos días más tarde, el oro subía el 2,30%, hasta 1.681,43 dólares por onza. Estos datos supusieron un nuevo reto para este metal que, desde 2013, no había llegado a alcanzar tanto valor. Este comportamiento alcista estuvo provocado por las tensiones geopolíticas, la incertidumbre que generaron las elecciones en EEUU y, por supuesto, por el brote del coronavirus. Y es que tal y como aclara Degussa estos factores son claves en el precio del oro, sumados a la necesidad de liquidez de los inversores, la producción, la inflación o el valor del dólar.
En la actualidad, el oro sigue brillando con luz propia pese a la incertidumbre generada por la pandemia. El pasado jueves su valor se situaba en 1.907,82 dólares la onza y hay que tener en cuenta también que lleva todo el mes de septiembre y octubre alrededor de los 1.900 dólares. Otro dato relevante es que el pasado 5 de agosto el oro llegó a sus máximos, con 2.063 dólares la onza.
Estos datos demuestran que a pesar de estos tiempos difíciles y de crisis, el oro ha ido subiendo según iban pasando los meses. Un alza que también viene motivado por su escasez lo que supone un valor añadido. En estos momentos, el oro también es un refugio. Dicen los expertos que el valor de este metal y si su comportamiento seguirá al alza o no, dependerá en parte de si la vacuna se retrasa o no y, también, de como evolucione la pandemia y por lo tanto la crisis que ha provocado.