Grassy es hoy un rincón único y exquisito, un símbolo de Madrid.
Jirka Reznak, presidente de la emblemática joyería y relojería Grassy, falleció el pasado lunes a los 85 años en Madrid. Su historia con la joyería merece ser recordada y su manera de ser, vital, inteligente y trabajador, un ejemplo para todos.
Jirka Reznark se encontró con Christiane Grassy de casualidad, en una estación de esquí de los Alpes. Lo que ninguno de los dos pudo imaginar en aquel momento es que ambos acabarían viviendo juntos en España para formar la familiar de joyeros más sofisticada de la capital, tal y como la conocemos ahora.
Grassy es hoy un rincón único y exquisito, un símbolo de Madrid. Jirka aprendió el oficio observando y experimentando y gracias a eso, Grassy importó marcas como Piaget y Baume & Mercier y desarrolló el negocio al por mayor. Más adelante, en 1967, la empresa también empezó a distribuir relojes Rolex. Hasta que Jirka descubrió el mundo de la joyería, y Grassy se convirtió en el lugar perfecto para encontrar lo mejor de nuestro sector. La joyería se convirtió en su gran pasión y atraído por ellas empezó a desarrollar una serie de piezas talladas con piedras duras como jades, corales, lapislázuli, turquesas o malaquitas provenientes de pequeños talleres familiares de la Selva Negra. Mezcladas con oro, perlas y brillantes, estas nuevas piezas se convirtieron en el sello de identidad de Grassy.
Otro detalle importante de su vida profesional reside en su manera de vivir y experimentar este sector, organizando tómbolas y cocteles en la tienda de Gran Vía. Por ejemplo, contrataba a modelos que con trajes negros, se paseaban por la joyería luciendo impresionantes joyas.
Aunque ya estaba jubilado, y es su hijo Yann quien sigue su estela, Grassy es lo que es hoy en gran parte a Jirka.
Claro que el inicio de Grassy viene de la mano de Alexandre Grassy, cuando llegó a España a finales de los años veinte del siglo pasado. Italiano con nacionalidad francesa, creía que su futuro esta en America, hasta que conoció a un joyero portugués el mismo que le haría ver que su America era, en realidad. España. Se instaló en Madrid, y con los conocimientos que aprendió de su hermano, quién ya tenia una joyería en Brasil, dio vida a Grassy diseñando unos caballitos de mar enfrentados que son hoy el emblema de la empresa.